Con nuestra mirada puesta en Cristo...

Perdamonos en la profunda e infinita mirada del amor de Cristo.
Reconozcamos la grandeza de su amor inagotable.
Postremos nuestro corazón ante el trono de su gracia. 
Sirvamos a él con todo el corazón, recordando que a él no le agrada que nuestro nombre y acciones sean aplaudidas, sino que almas pérdidas sean salvadas y vidas caídas restauradas.
Si realmente le amamos como décimos, vivimos como él vivió y hagamos lo que él hizo. 
Obras más que palabras... eso es lo que realmente hace la diferencia.
A él sea TODA la gloria.

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